Es el 19 de diciembre de 1937. Ha nacido su primer hijo. Miguel ha soñado con esto tanta veces, con ser siembra, con hacer pedazos la luna a dentelladas y en mil cristales desglosado; inspirado por el mar para desde sus orillas precipitarse en la inmensidad de un mediodía, en un abril de amapolas, para multiplicarse y como eslabones ser cadena agrupada en descendencia. Y confiesa:
“No te quiero a ti sola: te quiero en tu ascendencia
y en cuanto de tu vientre descenderá mañana.
Porque la especie humana me han dado por herencia
la familia del hijo será la especie humana.”[i]
Pronto, muy pronto, más heridas al costado, más oscuridad angosta, más tierra tenebrosa, más luz que se aleja vencida y que rinde a Miguel: “En mi casa falta un cuerpo./ Dos en nuestra casa sobran”:[ii]
“Diez meses en la luz, redondeando el cielo,
sol muerto, anochecido, sepultado, eclipsado.
Sin pasar por el día se marchitó tu pelo,
Atardeció tu carne con el alba en un lado.”[iii]
Manuel Ramón ha fallecido de forma prematura el 19 de octubre de 1938 con apenas 10 meses, comienzan así el rosario de ausencias para Miguel que hace que se debata entre la luz y la sombra; más sombra que luz cuando “lejos anda el sol y cerca la luna”.
“Fue un alegría para siempre sola,
para siempre dorada, destellante.
Pero es una tristeza para siempre,
porque apenas nacida fue a enterrarse.”[iv]
Sin embargo, la noche también acoge, lunar y femenina, sombra donde culmina el sueño, donde el amor se vuelve incandescente en llamas minerales, en abrazos ciegos, en besos de bocas que atenazan arrullos entre las piedras y los muros de calles silenciosas, de ciudades solitarias que aspiran al alba.
Ha amanecido un año nuevo y Miguel Manuel nace un 4 de enero de 1939. Una nueva luz, una nueva causa, una esperanza, gracias a la que, como escribe Miguel, “todo se hace entrañable” de nuevo, y bajo la lluvia “todo, todo parece desear ahora la paz definitiva”[v]. Mas una paz desorientada que no encuentra su estrella, que no cura, que se adormece entre ciudades derrotadas, entre gentes humilladas, perseguidas, apresadas en fatídicos destinos.
Miguel se va encontrando con el suyo cuando, en su intento de llegar a Portugal, la policía del otro dictador, de Salazar, lo detiene y lo entrega a los agentes del Cuerpo de vigilancia de fronteras en Rosal de La Frontera. Es la falta de documentación en su cartera y un vistoso reloj en su muñeca[vi] lo que le pone los primeros grilletes; a él, que es ave ligera, ruiseñor, apenas nube, voz tierna de los arroyos.
“Un pie se acerca a lo claro, cuando en lo oscuro insiste el otro”, ya pie metido en cárcel, de Sevilla, de Torrijos en Madrid, las primeras.
“He de volverte a besar,
he de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.”[vii]
Eterna aspiración arrasada en lágrimas, ráfagas de mar; desolación que no cesa pero que todavía no vence a Miguel aferrado a Josefina y a su hijo: “Me acuerdo siempre de mi Manolillo y de ti, que sois siempre mi mayor esperanza;[viii]una esperanza resignada y paciente:
“De ti y de Manolillo quiero saberlo todo. Tú sabe que estoy muy bien, muy bien, y con grandes esperanzas de veros y abrazaros pronto. Si no es así esperaremos más como otras veces. Tú sabes esperar siempre a tu
Miguel”[ix]
Y espera gestiones, intercesiones; espera libertad envuelta en ansias de su Manolillo, obsesivos motivos de sus cartas: “En el techo sobre mi cabeza, … he pintado un caballo como esos que te mando a todo galope y he colgado un pájaro de papel con este letrero: Estatua voladora de la libertad”.[x] Pero lo que llegan son los ecos de la tragedia del hambre que relampaguea y enjaula la luz y la devora, desplegando tinieblas y truenos y músicas traidoras que silencian las quimeras y huelen a cebolla. Triste realidad que en risa se combate y se resuelve:
“Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol,
porvenir de mis huesos
y de mi amor.”[xi]
[i] Estrofa de “Hijo de la luz y de la sombra (III)”, en “Cancionero y romancero de ausencias”. El poemario no fue publicado hasta 1958, por la editorial Losada, en Argentina.
[ii] Dos últimos versos que cierran el poema 51 de “Cancionero y romancero de ausencias”.
[iii] Estrofa del poema “A mi hijo”, en “Cancionero y romancero de ausencias”.
[iv] Última estrofa del poema 44 en “Cancionero y romancero de ausencias”. Edición de Agustín Sánchez Vidal y José Carlos Rovira. Espasa Calpe.
[v] Del poema “La lluvia”, en “Cancionero y romancero de ausencias”.
[vi] Es el reloj regalo de boda que le ha hecho Vicente Aleixandre. Un reloj que lo delata porque contrasta con su aspecto desmejorado y humilde. Es tomado por vulgar delincuente.
[vii] Estrofa del poema “La boca”, en “Cancionero y romancero de ausencias”.
[viii] En carta a Josefina desde Rosal de la Frontera, ya detenido. De 6 de mayo de 1939.
[ix] Final de carta a Josefina desde la cárcel de Torrijos, en Madrid. De 24 de mayo de 1939.
[x] En una carta a Josefina desde la cárcel de Torrijos, en Madrid. De 25 de julio de 1939.
[xi] Estrofa de las conocidas como “Nanas de la cebolla”, en “Cancionero y romancero de ausencias”. Coplillas que envía a Josefina en su carta del 12 de septiembre de 1939. Este poema fue publicado por primera vez con el título de "Nana a mi niño", en la revista Halcón, N. 9, de Valladolid, en 1946.
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